Las grutas de Dazu

Nihao, otra vez.

Antes de nada, deciros que "la sargento chupachús" ha bajado la guardia, y ya no sólo sonríe sino que nos ha deleitado con unas escandalosas carcajadas, que nos han sonado a música celestial. No ha vuelto a tener fiebre, aunque le sube la temperatura unas décimas cada vez que se coge uno de sus ya famosos berrinches (seguro que lleva genes de cantante de ópera china, no pueden explicarse de otra manera los agudos chillidos que lanza, entornando los ojos hasta convertirlos en dos rayitas). La clarísima preferencia por su padre continúa, pero al menos ya me deja acercarme sin lanzarme una de sus miraditas asesinas. Aún así, sé que me queda muchísimo trabajo por hacer con ella todavía, y que además necesita que se le estimule mucho para alcanzar el desarrollo de cualquier niño de su edad.

Aquí os pongo unas fotos para que veáis que sonrisa más preciosa tiene mi niña.


Continuando con el relato de este viaje, os cuento que ayer estuvimos en Dazu, una localidad a unos 100 km. al noroeste de Chongqing. El desplazamiento, de unas dos horas de duración (gracias a un túnel de 7 km que construyeron hace sólo unos años, y que ha reducido la distancia a la mitad), lo hicimos por una carretera que discurre entre un paisaje increible, rodeado de montañas cubiertas de vegetación de un verde brillante maravilloso y colinas con cultivos en terraza.


La finalidad del viaje era ver las grutas budistas de la zona, que son unas cuarentas, de las cuales visitamos las dos más importantes y que en total albergan más de 50.000 estatuas.

La primera de estas grutas que recorrimos es la de Baodingshan ("Colina de la cima preciosa"), que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. No es una cueva, sino una cornisa natural inmensa, con forma de herradura, en cuya pared rocosa se excavaron, entre los siglos XII y XIII, más de 10.000 esculturas rupestres. El paseo por esa zona, enclavado en una colina de exhuberante vegetación fue muy agradable, aunque caía una lluvia fina que hacía que caminar fuera un peligro (y si no, que se lo digan a Carlos, que se dió un par de culetazos de padre y muy señor mío; pobrecito, el segundo de ellos le dejó lleno de barro, ropa, piernas, zapatillas, uff... no os podéis imaginar...).



Tchoan, el guía, nos iba explicando qué representaba cada uno de los paneles o nichos exculpidos y a mí, además de improsionarme mucho el lugar y las esculturas, me resultaron muy interesantes sus explicaciones.

Esta foto es de la escultura más famosa del lugar, el Buda Durmiente. Tiene 31 m. de largo y 5 m. de alto.

Explicaros todo lo que nos enseñaron sería larguísimo, así que me limito a mostraros algunas de las fotos que hicimos, y esto sólo para poneros los dientes largos... (¿no estáis verdes de envidia? jejeje). Os propongo un juego: ¿qué tienen en común las pocas en las que yo aparezco?; respuesta: en todas Marina está llorando y tiende los brazos hacia su padre (paciencia, Ana, paciencia...).





Después fuimos a comer. Fijaos en la circunferencia de cristal del medio de la mesa. Es giratoria y sobre ella se disponen todos los platos, de modo que cualquier comensal puede servirse sin necesidad de pedir que se le acerque nada (otro buen invento chino).

Finalizada la comida, y sin sobremesa (que no parece que esto se estile mucho por aquí), fuimos a Beishan, donde se encuentran las esculturas más antiguas de Dazu (siglo IX). En una pared rocosa, con forma de luna creciente, hay unas 7.000 estatuas y bajorrelieves. Para acceder a la misma, que se encuentra en la cima de una colina, hay que subir una larguísima escalinata de piedra, pero merece la pena. Estando allí vimos a un chino riñendo a grito "pelao" a un numeroso grupo de personas... ¡ah, no..., que son turistas y les está hablando en alemán... qué susto!



Al final del día estábamos rotos, pero lo cierto es que ha merecido la pena...