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lunes, 10 de septiembre de 2007

Chongqing "la nuit"

Nihao... ( que no es que se me traben los dedos en el ordenador, no...; significa "hola" en chino, por si todavía alguien no lo había pillado).

El sábado por la noche, decidimos aprovechar para ver algo por nuestra cuenta, sin compañía de los guías. (Por cierto, los dos, pero sobre todo Nicolás, han demostrado tener más paciencia que Job. Estamos haciendo gala de la impuntualidad española, pues todas las noches nos repiten varias veces la hora a la que tenemos que estar preparados al día siguiente y nosotros, "sí, sí, a las ocho y media, sin problema...", y después no salimos hasta las nueve, por lo menos...; constantemente nos ayudan con las sillitas y las niñas, en el autobús y en los largos tramos de escaleras; las entretienen cuando lloran -bueno, a Marina, que es la "soprano" del grupo- mientras nosotros hacemos fotos; y, a pesar de todo, jamás ponen una mala cara, vamos, un encanto).

Así que cogimos un par de taxis, que aquí son muy baratos, y nos fuimos hasta la orilla del Yantze. Es un espectáculo ver la ciudad, con sus enormes rascacielos, a pesar de que la iluminación es un tanto "horterilla", con tubos de neón y muchos colorines. Aún así, resulta impresionante.




Estuvimos dando una vuelta por el mismo parque donde habíamos estado otro día por la mañana, viendo los muñecos de tela de los que ya os he hablado. Entre ellos, cómo no, las mascotas de las próximas Olimpiadas de Pekín, que te los encuentras hasta en la sopa, como en su día nos pasó en España con el "Naranjito" o el "Cobi", que era aquel perro horroroso que se inventó el famoso diseñador catalán y que yo creo que no le gustaba a nadie. Estas mascotas de aquí son más graciosas, y aunque deben representar a los cinco continentes aún no hemos sido capaces de averiguar con cuál se corresponde cada una.




En una pequeña plaza del parque nos encontramos con un numeroso grupo de gente bailando al son de una música que tronaba por unos altavoces. La canción que sonaba estaba interpretada por una china a la que debían estar pisándole los pies, pues su voz sonaba tan chillona que daba risa oirla. Nos unimos al grupo y Carlos y yo empezamos a bailar formándose de inmediato un corrillo de gente al rededor que se reían, creo, más de nosotros que con nosotros.

En la orilla del río descubrimos este enorme restaurante flotante en el que Carlos quería cenar, pero finalmente desistimos e intentamos ir a uno de los muchos que se encuentran por los alrededores y que nos recordaban a los casinos de las Vegas, muy iluminados, con grandes ventanales o terrazas con vistas al río y aspecto de limpísimos, lo cual se agradece en esta ciudad, donde la mayoría de los locales, de estar en España, no pasarían una inspección de sanidad ni con el más comprensivo de los inspectores, seguro.





Sin embargo, no tuvimos suerte, porque, claro, los chinos cenan a la hora de nuestra merienda (o casi) y cuando fuimos, todos los restaurantes estaban ya recogiendo las mesas y con la cocina cerrada. Visto el éxito obtenido, terminamos sentados en una terraza con unas "pidchió" (cerveza), de esas "pequeñitas" de medio litro, que parece ser el único tamaño que se comercializa por estos lares y, ya a la vuela, bocata de jamón ibérico en la habitación, que aquí sabe aún más rico, y ya es decir...

Para explicaros el tema del tráfico en esta ciudad, necesitaría un blog entero, pero baste decir, como curiosidad, que atravesar una calle en Chongqing es jugarse la vida. Hay que encomendarse a la Virgen y a todos los santos, esperar el momento que parezca más oportuno, cerrar los ojos y... correr y correr hasta la otra acera, pues vas listo si crees que algún coche va a detenerse por el simple hecho de que tú estés en un paso de peatones. ¿Sabéis qué ocurre cuando atravesando la calle se te aproxima un vehículo?. Pués el coche, sencillamente te esquiva, pasándose al carril contrario, aunque venga un autobús de frente, y tú cierras los ojos y te acuerdas del conductor y de su familia remontándote hasta la quinta generación, por lo menos... Y de buscar un semáforo para no sentirte como Jonh Waine en mitad de la calle, olvídate, y es que estos deben ser un invento occidental que por orgullo los chinos aún no han adoptado, pues, desde luego, brillan por su ausencia.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nos alegramos que estéis viviendo de primera mano todas las experiencias de unos "españolitos" en China. La verdad es que la iluminación de todas las ciudades debe ser igual de hortera porque en Guandong era muy parecida (cómo lo reocrdamos con vuestros comentarios).
Y nuestra pequeña Marina?, cómo está?, que tal su adaptación?, mándadnos unas fotitos que tenemos ganas de verla.
Un besazo para los cuatro.

Anónimo dijo...

vamos,por fin os habeis decidido escribir algo,ya os echabamos de menos.Eso del tráfico debe ser por el exceso de habitantes porque en el Cairo pasa lo mismo.Menos tráfico y mas Marina que me preveo que me la estais abandonando y desde luego ojito con exponerla que as´no me extraña que no se fie de vosotros.Como que preveo que ya estaís pensando una adasptación forzosa.Nos alegramos que os ayais despedido del "Chinchon" tan alegremente como contaís, no es para menos. Muchos besos y hasta Pekin o como se llame